¿Qué significa realmente emprender?

En las últimas semanas, he tenido el privilegio de conocer de cerca dos emprendimientos que me han recordado la verdadera esencia de construir una empresa. En un mundo donde el término emprendedor parece haberse convertido en un título de vanidad y los «gurús» del optimismo vacío abundan, estas historias son un soplo de aire fresco y un recordatorio de lo que realmente importa.

Dos ejemplos que iluminan el camino

El primer caso que me impactó fue el de Salva Health, una empresa liderada por Valentina Agudelo Vargas. La escuché en el marco del Tech Day y fue refrescante descubrir no solo un emprendimiento tecnológico exitoso, sino la meticulosidad con la que han cubierto cada aspecto de su modelo de negocio y operativo. Su compromiso con la responsabilidad social y la ética de sus productos es palpable.

Salva Health lleva cinco años en un profundo proceso de investigación que los llevó a patentar un invento único a nivel mundial. Pero más allá de la tecnología, lo que realmente brilla es su entendimiento del usuario final: mujeres en lugares tan remotos como el Amazonas colombiano, sin acceso a un oncólogo especialista en cáncer de seno. Su conocimiento va más allá de los estudios y las frías estadísticas, adentrándose en la realidad y las necesidades de estas personas. En lugar de abarcar una variedad de cánceres, se han enfocado en resolver un único problema, profundizando hasta entenderlo en su más mínimo detalle. Han diseñado un modelo operativo que entiende los desafíos de llevar tecnología a zonas apartadas de Latinoamérica. Este es, sin duda, un emprendimiento que está gestando una empresa próspera para el beneficio de muchas personas.

El segundo ejemplo lo encontré en Barranquilla, con la fintech Finexus S.A.S. Al conversar con su equipo, se siente ese compromiso genuino por construir una empresa que va más allá de la moda del sector fintech. Finexus conoce a sus clientes a la perfección, brindándoles acceso a créditos que antes les eran negados. Llevan cuatro años madurando su modelo de negocio, entendiendo el mercado y, sobre todo, los riesgos financieros que conlleva. Un trabajo juicioso, el de un emprendimiento que madura con la visión de convertirse en una gran empresa.

La cruda realidad del emprendimiento «de fachada»

Estos ejemplos contrastan drásticamente con una tendencia preocupante: la de aquellos que se autodenominan emprendedores, pero parecen más interesados en el título que en la responsabilidad de crear una empresa real. Abundan las «buenas ideas», cada una «mejor» que la anterior, pero sin el fundamento ni el deseo de cumplir con las obligaciones inherentes a la creación de un negocio.

Parece que muchas de las nuevas metodologías, envueltas en palabras bonitas y facilistas, buscan ocultar la verdadera responsabilidad: ser un empresario. Un empresario debe crear un negocio rentable, no solo para los socios, sino para todos los involucrados en su cadena de valor: proveedores, empleados, estado y clientes finales. Esto incluye la obligación de pagar impuestos y cumplir con las leyes laborales y tributarias del país, generando así un progreso que beneficie a toda la sociedad.

Lamentablemente, es común escuchar frases como «soy un emprendedor y todavía no puedo pagar impuestos o la seguridad social de mis empleados«, como si responder por las obligaciones de una empresa fuera opcional. Pero no lo es; es parte del paquete. La manera de cubrir estas obligaciones debe estar contemplada tanto en el modelo financiero como en el modelo de negocio. Tenemos muchas ideas, sí, pero muy poca ejecución. Y esa falta de ejecución se debe a menudo a que la mayoría de los emprendedores están enamorados de su idea y no de la ardua tarea de convertirla en realidad.

El verdadero desafío: que alguien pague por tu idea

Aquí es donde radica uno de los retos y prioridades más importantes de un emprendimiento: probar su modelo comprobando que alguien está dispuesto a comprar su producto o servicio. Si no logran sus primeras ventas, no solo no saldrán del «valle de la muerte«, sino que es una clara señal de que no existe un mercado real para esa idea, por muy buena que parezca. La validación del cliente es el oxígeno que un emprendimiento necesita para sobrevivir y prosperar.

La validación del cliente es el oxígeno que un emprendimiento necesita

Rompiendo el mito de la inteligencia artificial como solución mágica

Últimamente, la inteligencia artificial se ha presentado como una solución mágica, como si su mero uso garantizara la creación de un nuevo mercado. Y lo digo porque he conocido de primera mano y he tenido que escuchar a muchos emprendedores y sus ideas. Sin embargo, muchas de las soluciones propuestas con IA ya cuentan con mercados establecidos, soluciones desarrolladas durante años y clientes satisfechos. Incluso, he conocido un caso concreto donde ya tenían una plataforma desarrollada, pero no sabían cómo le iban a cobrar a sus clientes. La propuesta de valor no puede ser simplemente «usamos inteligencia artificial«; deben investigar y conocer a fondo el mercado al que quieren llegar, sus singularidades, el precio que los clientes están dispuestos a pagar. En otras palabras, deben untarse de verdad en la realidad de su público. De ahí nace la verdadera disrupción e innovación, y no de una tecnología por sí sola.

Un llamado a la verdadera construcción de empresa

Invito a los emprendedores de América Latina a no perseguir un sueño facilista, lleno de consejos vacíos entregados por «profetas» del falso optimismo. En cambio, les insto a asumir con seriedad la tarea de ser emprendedores para crear empresas. Esta tarea puede llevar uno, dos o incluso cinco años, porque así es como se construyen los negocios, no con un par de sesiones de post-its.

Para lograrlo, es fundamental desarrollar un pensamiento estratégico a largo plazo y establecer un mapa de ruta claro. Este mapa, aunque debe ser flexible y adaptable a los cambios del mercado, es crucial para mantener el foco en los objetivos principales y evitar dispersarse en la euforia de las «buenas ideas» sin fundamento.

Detrás de cada emprendimiento hay una profunda responsabilidad social y un compromiso con el país, especialmente en nuestras economías latinoamericanas. Debemos pensar en generar bienestar no solo para nosotros mismos, sino para la sociedad y el país donde nuestras empresas son fundadas. Emprender es construir, es asumir responsabilidades y es, en última instancia, dejar una huella positiva.

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